Nos dirigimos al valle de La Barranca, al carretera ya presentaba problemas para llegar al aparcamiento, ¡menuda la que había caído!
Acoplé los esquís a la mochila, metí las botas de esquí en la mochila y me puse las botas de alta montaña, la idea era hacer toda la ruta a pie y una vez en el Mirador de los Canchales cambiarme y bajar esquiando.
La nieve estaba recién caída y apenas había pisado nadie debido fundamentalmente a que los coches apenas podían llegar al aparcamiento.
La bajada fue de una sensación de libertad que me enganchó.
A la semana siguiente ya tenía mi equipo de esquí de travesía.